Chorizos Verdes Fritos

Estándar

Mi familia está pelín nerviosilla con el tema secuestros, robo (con intimidación) de órganos y demás cosas absolutamente normales, sanas y equilibradas que pensar cuando se tiene a los mochuelos en Latinoamérica. Las palabras “ten cuidao nenica que la policía es corruta corruta” retumban en mi cabeza cada vez que veo pasar un coche con uniformados, así que voy por la calle mitad apretando el culillo, mitad descojonándome pensando que como alguno de estos minimoys tenga que cogerme en peso y a la fuerza está apañao.

To serve and kindap

To serve and kidnap

Además, van los posmodernos gafapastas de los Delorean y se dejan secuestrar. Pa qué queremos más. El otro día se me ocurrió gastarle una broma a mi hermano a cuenta de eso diciéndole que habían llamado a casa para secuestrarme, pero que no estaba. Chiste de Gila de manual. Pues bien, me llamó 800 veces y hasta me escribió un correo. Mi hermano, al que comunicarse por whatsapp, email y skype le da calambre. Tenía el móvil en silencio y el susto que le pegué fue monumental, claro. Si me hubiera tenido al lado me habría pegado una tollina de las que hacen moratón. Nunca mais.

Sin embargo, a mí lo que realmente me tiene preocupada y en estado Def Con Picuet es que el otro día en el Walmart (el Carrefour chilango) vi unos chorizos verdes. Repito, verdes. Al principio pensé que se trataba de una herejía común pasada por alto por nuestra delegación de I+D (Inquisición dominica) en el Nuevo Mundo. Todo buen escribano echa un borrón. Pero como la inquietud no me dejaba dormir, consulté en el Libro del Apocalipsis (sí, conozco La Biblia motherfuckers) y tampoco hallé nada. Mal presagio.

Vade retro

Vade retro

Pasaron los días y encontré la respuesta (en principio obvia) al dramón Chorizos Verdes Fritos. En un puestecillo de los millones que hay en la calle de comida de todo tipo, encontré chetos también verdes. Será el colorante/pimentón, que lo extraerán de algún tipo de chile. Aún no los he probado, pero seguro que están muy padre.

[Por cierto, que en el mismo puesto de cosillas ricas había risketos. Después de dar el salto desde Catalunya a España la empresa risketera está que lo parte. Cosas de la globalización].

Como podéis adivinar, me estoy poniendo tibia de comer platos exquisitos y baratos. De momento, el plato que más me ha gustado son los chiles en nogada, tienen los colores de la bandera mexicana y se comen principalmente en septiembre, por ser el mes en el que celebran que se libraron de nosotros. También he comido una especie de hongo que sale encima del maíz, (exquisito), tacos, enchiladas…  Me faltan muchas cosas por probar y de momento no he dado risapena con el picante, aunque el sábado pasado, Día de la Raza, después del maravilloso concierto de Paco de Lucía me llevaron a un restaurante giratorio (planta 43) en el que me pedí un delicioso chile y se me calló mi primer moquillo debido al picante. Qué emoción.

Ay omá

Ay omá

Daños colaterales

Daños colaterales

La pena es no poder arrasar con la comida de los puestos, tiene una pinta estupenda, pero nuestro estómago no está hecho a ello. Qué blandicos (inútiles) somos copón. De momento me conformo con pasar olisqueando y mirando absolutamente todo lo que cocinan. Es fascinante ver un puesto cada dos pasos donde se arremolina la gente que sale de trabajar o que tiene un descanso entre trayecto y trayecto.

Deme argo

Deme argo

La comida me tiene pelín obsesionada, sí. Tanto, que el otro día le dije a mi madre que iba a ir con Guille a Chiapas y en vez de Chiapas dije Chapata, que es una mezcla entre el estado mexicano y el movimiento zapatista. Qué bonico es mi subconsciente, lo quiero una jarta. Pero bueno, este lapsus tiene su explicación: el sábado después de ir a la alberquita por la mañana, me comí el bocadillo más rico de mi whole life, que ya es decir. Bueno, para ser justos rivaliza con aquél que me hizo #miesposoculé de jamón con pan y que me tuvo de guardia una noche entera.

Os cuento, torta norteña: arrachera, queso Oaxaca, chile poblano, cebolla caramelizadaghfljhjhgjfhgjfgh ay la babilla. Aguacate y jitomate. SUEÑO literalmente con el próximo (hay como 20 diferentes).

En ocasiones veo tortas

En ocasiones veo tortas

Tampoco estoy zampando tanto, lo que pasa es que la comida forma una parte tan importante de mis estancias que le doy mucha importancia y lo disfruto como si no hubiera mañana. Además, vivir a 2300 metros de altitud supongo que redundará en la forma física, porque me cuesta la misma vida ir de un sitio a otro andando y ya no os cuento nadando. Lo curioso es que el asma aún no ha hecho acto de presencia con la polución que hay… Raro, raro.

Tuve suerte y enseguida me apunté al gimnasio o al nido de pijos (fresas) que es el Sport City Coyoacán (http://www.sportcity.com.mx/clubes/club.asp?clubid=24). Las señoras van con maletas, ahí lo dejo. Entro con carilla de asco, así arrugando la nariz y evitando por todos los medios que me hagan el temido body test. La última vez que me pellizcaron las carnes con unos alicates para medirme las magrillas y me pesaron en público fue cuando hacía pretemporada con mi equipo de baloncesto en Pamplona, el Ardoy, y desde entonces me juré que nadie más lo haría. Por lo menos con alicates, son muy fríos e impersonales.

Así que paso por las máquinas directamente a la alberca, donde mantengo mi súper poder intacto: oler debajo del agua. Fuck yeah. No se da mal del todo la cosa, más que nada porque voy contando glóbulos rojos ganados en vez de largos. Cada una se motiva como puede. Además, también es muy pintoresco, el otro día me tocó de compañero de calle un manatí. Iba así, despacico, despacico. Recreándose en su inmensidad. Me sentí como en el oceanográfico de Valencia, de hecho, se daba un aire a Rita Barberá. Estuve por preguntarle si hablaba balleno.

Parecidos razonables

Parecidos razonables

Oigan, pero no todo es ocio, Resort&Spa. Por fin he conseguido mi acreditación para poder entrar a la biblioteca del COLMEX (Colegio de México). Los días 14 y 15 asistí a unas apasionantes jornadas sobre historia social, en las que acabé tan sumamente quemada que pensé que cuando dieron el aplauso final iban a romper a gritar “OTRA, OTRA, OTRA”, como en los conciertos. Lo que les gusta escucharse a esta gente no lo sabe nadie hasta que lo comprueba. Qué poca mesura, por el amor de Mou. Además, había un argentino. El horror. Para evitar tener que tirarlo escaleras abajo, me pasé una charla entera pensando títutos de películas cuya trama sería un argentino en una conferencia: Pregunta como puedas, No sin mi intervención, No es país para los que preguntan, Volver (a preguntar)… en fin. El aburrimiento y la mala hostia disparan mi creatividad. Para COLMEX, a Jorge (mi cicerón aquí), le dio por decir que los mexicanos pensaban que Hobsbawm era una marca de whisky en toda su cara. El despolle.

Voy a dar otro dato, completamente accesorio y de todo punto evitable, solamente por joder: comer allí cuesta 10 pesos. 0,70 céntimos.

El COLMEX

El COLMEX

My mexican family está de celebración, debe ser el cumpleaños del abuelito. Otro día os hablo de ellos, son muy chingones.

Un comentario »

  1. «Os cuento, torta norteña: arrachera, queso Oaxaca, chile poblano, cebolla caramelizadaghfljhjhgjfhgjfgh ay la babilla. Aguacate y jitomate. SUEÑO literalmente con el próximo (hay como 20 diferentes).»

    Se me hace la boca agua.

    «Lo que les gusta escucharse a esta gente no lo sabe nadie hasta que lo comprueba. Qué poca mesura, por el amor de Mou.»

    ¿Peor que ciertos «cátedros» y no tan «cátedros» que se sacan la chorra en España? Dios mío

    «Para COLMEX, a Jorge (mi cicerón aquí), le dio por decir que los mexicanos pensaban que Hobsbawm era una marca de whisky en toda su cara. El despolle.»

    ¿Cuánto era? ¿Un zizinio, tres forcadeles?

Replica a tkfflr Cancelar la respuesta